Pero si queremos aprovechar estas capacidades en un contexto real de trabajo, ¿es suficiente con que dichos dispositivos sean accesibles? Lo cierto es que necesitamos poder gestionarlos de una manera más controlada y centralizada para poder, por ejemplo, agruparlos dentro de un proyecto concreto, controlar su correcto funcionamiento o establecer reglas que permitan realizar ciertas acciones en el momento que se cumpla una condición determinada.
Ilustremos esto con un ejemplo.
Supongamos que queremos dotar de inteligencia a los jardines de un hotel para lograr minimizar el gasto de agua manteniendo la salud de sus plantas. Podríamos comprar unos sensores IoT con capacidad de medir la humedad de la tierra e instalarlos a lo largo de estos jardines asegurando que cubran la superficie adecuada. Hasta aquí bien, pero ahora lo ideal sería poder manejarlos de una forma centralizada y definir una lógica del tipo «si la humedad de la tierra está por debajo de una cantidad, se active, por ejemplo, el sistema de riego». Si queremos hacer este tipo de gestión debemos utilizar una Plataforma IoT.
Como vemos, no solo es necesario disponer de dispositivos inteligentes y de una red de comunicación para acceder a ellos, también es fundamental disponer de una plataforma IoT para sacarle el mayor partido posible a esta nueva tecnología.
¿Eso es todo? No, aún nos queda una última capa, la del negocio. La plataformas IoT deberán ofrecer servicio al entorno habitual en el que se mueve el usuario final, es decir, el de las herramientas tipo ERP, CRM o similar.
Dada la importancia de las Plataformas IoT el mercado ha reaccionado con el desarrollo de múltiples soluciones, no todas igualmente válidas. ¿Cuáles serían los módulos funcionales que debería incluir una buena plataforma IoT? Desde nuestro punto de vista serían los siguientes:
